Jueves 5 de marzo de 2020

 

 

 

Indandela es un proyecto de arte participativo en torno a las imposiciones de género en la salsa cubana, donde intervenimos la estructura del baile, incentivamos la desnormalización de sus relaciones de poder buscando que roles y poderes se ejerzan por elección y trazamos nuevas formas, pasos e interacciones. Se presentó en el Museo Tamayo arte contemporáneo como conferencia-performance y taller de tres días. La última hora del taller la dedicamos a charlar con los asistentes.

 

El primer día identificamos inequidades en la pista de baile, el segundo nos contaron cómo percibían las intervenciones que propusimos y el tercero buscamos cómo se renivelan los poderes de género en la pista, cómo sucede un regreso a la equidad. Presentamos aquí la segunda charla.

 

 

 

 

Talleristas:

Aarón Jiménez García

Alejandra Pérez Sigarroa

Andrea Torres Camacho

Julia Barrios de la Mora

 

Asistentes al taller que intervinieron en ésta charla:

Andrea Arlet Tovar Enríquez

Aurora del Carmen Martínez Alonso Palacios

Carla Lorena Lamoyi Domínguez

Fabiola Cadena Campirano

Fátima M. Urbán Sánchez

José María de Jesús García García

Karol Monserrat Yáñez Díaz

Mónica Urbán Sánchez

 

 

 

 

AARÓN: Quisiéramos aprovechar éste espacio de conversatorio que siempre tenemos al final para escucharlos. Realmente nos gustaría saber qué ha estado pasando dentro ustedes en la sesión pasada, con nuestra intervención a la ‘rueda tradicional’ donde las mujeres llevaban y los hombres se dejaban llevar, y también qué ha pasado hoy con el inicio de nuestra ‘rueda equitativa’. Lo malo, lo bueno. ¿Cómo se sienten? ¿Cómo está cayendo esto, cómo está aterrizando?

 

AURORA: A mí me gusta mucho bailar, pero cuando bailo con alguien hay esa cuestión de género, lo de que tengo que hacer la ‘manita…’ ¿cómo dijeron?

 

AARÓN: ¿‘…de aparador’?

 

AURORA: ‘Manita de aparador’, gracias, y eso me hace un ruido increíble en la cabeza. Y también siento que evita que haga todo lo que quiero hacer.

 

ALEJANDRA: Si, es una barrera.

 

AURORA: Es totalmente una barrera, que también es autoimpuesta porque está en mi cabeza. Y también hay una expectativa alrededor que cumplimos o no y si no cumplimos hay una sanción y viene esa bola de nieve.

 

La cuestión de las manos en la ‘rueda equitativa’ donde la misma persona tiene una manita de aparador y otra que es una manita que recibe a otra manita de aparador está buenísimo, me parece que es justo… disfruté muchísimo esa cuestión de la equidad. Ok, hay diferencias y las voy a considerar, pero estoy en el mismo nivel, tengo que estar pensando siempre en lo que estamos pensando todos. No pensamos de la misma manera obviamente, pero igual que los demás tengo que estar pensando «Ahorita yo tengo la mano derecha hacia fuera de la rueda entonces la vuelta que manden hacia ‘afuera’ me toca a mi», «¡Ay! Ya me cambié de lugar ¡entonces ya voy…!».

 

Me parece súper interesante todo el proyecto, la práctica. También la cuestión de todas éstas corporalidades que damos por hecho, ‘manita de aparador’, que vienen con un grandísimo bagaje cultural que a veces, como ya está tan presente, lo ignoramos o decimos «Es que así es», «Es normal». O lo que decía Mafer «Es que para mí la rueda equitativa ya es la normal». Me parece súper chido que hayan llegado a ese «A ver qué pasa cuando cedo el control o tomo el control. Tal vez, justo desde la posición de las manos, ya no tengo que pelearme porque ya no tengo que quitárselo…».

 

ALEJANDRA: …no es una lucha.

 

AURORA: Exacto, no es una lucha. Me parece súper padre eso y se quita esa micro-violencia de la tensión, porque es una micro-violencia también. Es como llegar a la tabula rasa. Como dicen «Todos nos equivocamos porque todos tenemos que estar pensando en todo y en todos los demás». Abran por favor un taller permanente. Estaría padrísimo que lo conocieran muchísimas personas.

 

ALEJANDRA: ¿Puedo compartirles algo?

 

AARÓN: Por supuesto.

 

ALEJANDRA: Bueno, yo soy maestra de salsa cubana desde hace más de diez años y les quiero contar dos cosas de porqué estoy aquí parada. Yo empecé a dar clase porque me castigaron. Básicamente para mí era muy fácil decir «Pues es que él no me está llevando bien» y al parecer yo era bien jetona, entonces mi maestra me castigó, me súper cagó un día. Era un paso que a él no le salía y entonces yo, desde ‘follower versión dos’, lo quería llevar y él no se dejaba, porque era el líder ¿no? Entonces al parecer le hice una cara y mi maestra me dijo «Ah ¿crees que le puedes enseñar tú? Entonces enséñale bien». Yo no lo vi como que me estaba castigando, dije «¡Por fin voy a hacer algo que me gusta!». Entonces le enseñé y le salió al güey y mi maestra se enojó porque ya no mandaba sólo ella. Nótese cómo una serie de cosas iban suscitándose. Entonces al chavo le quedó mucho más claro cuando yo le había explicado porque yo no zapeaba como mi maestra, nótese que zapeaba la maestra. A mí me hacía mucho ruido no entender por qué los pies se tenían que mover así, yo quería una explicación de todo y la pedía. Yo no bailaba, éste pizarrón está siendo más dinámico que yo hace diez años, miren, a él se le mueven las hojas, yo no me movía ni en defensa propia. Si era «baila o te mato» yo moría feliz. Afortunadamente me castigó así y ahora tengo un oficio, de verdad, se los puedo compartir.

 

Y dos, yo nunca me di cuenta de que estaba en éste rol del que estamos ahorita hablando, hasta éste proyecto dije «Pues es que yo siempre lo he hecho así ¿por qué nada más ellos?», de verdad yo no era consciente de eso. Cuando a mí durante, yo creo que nueve años de mi vida, me dijeron que yo era una pésima mujer porque no me sabía dejar llevar «Es que yo me lo sé. O sea ¿qué culpa tengo yo de aprender más que él?». Y cuando me ponían a bailar ‘de hombre’, a llevar ¡yo era mejor hombre que todos los hombres! Y tampoco les gustaba a los hombres. Entonces sufría el rechazo de las mujeres porque yo no era una niña bonita que se dejaba llevar y de los hombres porque yo era más hombre que ellos. Es por todo esto que yo estoy parada aquí. Yo pude enseñar cómo se tiene que mover una mujer, como se impone que se mueva una mujer, pude hacer que el hombre se pueda mover, tomé todos los talleres de estilo que ustedes se imaginen y hoy en día yo puedo bailar como a mí se me dé mi regalada gana y hacer éste proyecto desde mi posición, donde a mí no me querían de hombre porque no soy hombre y no me querían de mujer porque no soy la mujer que ellos esperaban.

 

Esto lo comparto porque yo no sabía que esto existía dentro de mí hasta septiembre que empezamos con este proyecto y el ver que haya aquí más de los de mi equipo, más de Incandela sentados, escuchando esto, me vibra, me hincha el corazón. De verdad muchas gracias.

 

ANDREA: ¿Y la segunda?

 

ALEJANDRA: Esa era la segunda. La primera era que yo soy maestra porque me castigaron. Y la segunda es que soy una mujer desdichada porque soy mujer y un hombre no querido.

 

JOSÉ MARÍA: Yo secundaría la idea que Aurora tiene.

 

MONSERRAT: Yo también.

 

ALEJANDRA: ¿Quién da más? ¿Quién da más?

 

AURORA: ¡Gracias compañeros, gracias!

 

JOSÉ MARÍA: Porque como estoy empezando a conocer la salsa, ahorita sí hubo un corto circuito entre lo que ya estaba aprendiendo y lo que vi hoy. Pero se me hizo más sencillo para cimentar, para poner las bases y sobre ellas ir creciendo, creo que estaría más padre empezar así que hombre y mujer pueden guiar y que no haya quien te va a estar jalando. Creo que sí una escuela, algo debería de hacerse para que esto se haga más grande. Se me hizo más fácil la ‘rueda equitativa’ que la normal.

 

AARÓN: ¿Cómo te sentiste dejándote llevar?

 

JOSÉ MARÍA: Como no sé la base de líder en salsa se me hizo sencillo. La de bachata más o menos si la conozco. Pero dejarme llevar se me hizo fácil. Bueno, todas las mujeres me iban llevando y yo iba siguiéndolas. Y en lo particular nada de «Soy hombre, me tienes que seguir a ».

 

AARÓN: ¿Alguna masculinidad vulnerada?

 

JOSÉ MARÍA: Me sentí bien. Gracias por la oportunidad.

 

CARLA: A mí me costó mucho trabajo porque no pude conectar, las instrucciones me confundían. Y no sé cómo decirlo, es un conflicto, porque me gusta mucho el método, pero en cuánto a aprendizaje no pude conectar. Ayer cuando enseñaron sólo un rol, aunque era invertido, me era mucho más sencillo que hoy entender que cuando mi mano derecha estaba acá hacía el paso diferente, pero tiene que ver con una cosa mía de aprendizaje. Que es lo que decía, he ido a miles de clases y me cuestan las estructuras en el baile porque me gusta bailar y siento que con las estructuras no puedo fluir. Y justo cuando bailé con Alejandra le decía «Es que si tu me llevas yo te puedo seguir, pero, aunque tenga la oportunidad del papel de líder, no lo quiero tener porque me empieza a… Si me pongo a pensar que tengo que mover esto y tengo que mover el otro y tengo que mover aquí, hago corto circuito y me es más fácil seguir tu cuerpo sin estar pensando qué voy a mover yo». Y justo esa reflexión que hiciste, de poder llevar todo el tiempo porque esa es la posibilidad que me da el baile y también de poder elegir que puedo seguir fluyendo y siendo follower aunque no es que eso sea una cosa mía de la vida en realidad, no me considero para nada una follower, pero en el baile sí me gusta. Está muy bueno que quien quiera tomar el control lo pueda tomar y quién no, no lo tome.

 

Fue muy frustrante porque me costó conectar con tantas indicaciones y acordarme de cuál paso era cuál, me pareció muy conflictivo, pero porque yo crasheo, así es, es un problema de aprendizaje mío. Entonces vuelve ésta imposibilidad de querer estar en la rueda y no poder hacerlo por no saber como… Me frustré por querer estar ahí y no poder estar. Pero bueno, no sé si se pueda solucionar porque es un baile muy estructurado y si no sabes ciertas instrucciones no puedes, pero es un goce que estoy tratando de entender ¿Cómo bailar algo tan estructurado? No sé.

 

ALEJANDRA: En éste caso en particular con Carla le decía «Bueno, es que yo no veo que muevas dos veces el pie izquierdo o que quieras a fuerza hacer todo para atrás o que te vayas». Lo que ella hace es fluir desde su lugar, ella fluye. Y creo que lo que más le repetía era «No te frustres, no pasa nada, no nos vamos a morir».

 

JULIA: Si, no es de vida o muerte.

 

ALEJANDRA: O sea, no, de verdad. Y a nosotros nos costó mucho, la verdad es algo que nos costó mucho. Era como «¿Listo?», «Uff, no sé pero venga».

 

Hay que aceptarlo y no pasa nada y lo que le decía a Carla era que «Tienes la posibilidad de tomarlo, de soltarlo, de no quererlo…». Si yo estuviera en tu lugar, yo voy, me paro en la rueda equitativa y les digo «A mí me gusta que me lleven, es más, no me sé los pasos, no voy a hacer nada si ustedes no me llevan». Y en automático todo podemos llevarle, todos. «Cambio», «Carla, ven pa’ ‘cá», «Dame», «Carla, pásate». Porque ya no es algo que sólo haga un líder. «Chicos, todos los que estén con Carla márquenle la vuelta». Porque ahora es responsabilidad de todos. O sea, ésta es la posibilidad, la puerta, no es que falte ese conocimiento sino que ahí está y quien quiera lo puede tomar. Ese era nuestro ponerlo en la mesa.

 

AARÓN: Y lo que les estamos pidiendo que aprendan no es nada fácil, tiene un alto grado de dificultad. Como dice Alejandra, para nosotros ha sido muy complicado. En uno de los momentos de quiebre del proyecto, el que nos permitió cambiar la estructura, cuando descubrimos que podíamos sacar el mismo paso hacia la derecha o hacia la izquierda sin cambiar la base no imaginan cómo salimos de esas sesiones, nos rompíamos la cabeza, particularmente el día que descubrimos ese cambio…

 

ALEJANDRA: Está muy trillada la frase de «Nunca es tarde para aprender algo», pero yo creo que no me enfrentaba a aprender algo nuevo en mucho tiempo. El día que salimos de casa de Aarón al metrobús y de verdad no podíamos caminar pensaba ¿Qué demonios había hecho con los pasos? Mi cerebro se derretía y yo decía «¿Qué nivel de pensamiento está ahorita que ni siquiera entiendo qué pie estoy moviendo? ¿El derecho? ¿El izquierdo?». Ese día le dije a Aarón «Ni siquiera entiendo cómo tengo que subir la banqueta». Me impactó mucho el ver que siempre se puede aprender algo nuevo. Descubrirlo y aprenderlo en nuestro caso. Sin embargo, claro, es falta de información o que no sé los procesos, pero le vas agarrando el ritmo o empiezas a hacer unas tablas, unos diagramas… No había experimentado de una manera tan brutal que tu cerebro no reaccione o que esté trabajando en otra cosa que se le olvide caminar. Eso a mí me impactó mucho.

 

AARÓN: Si, y yo creo que no habría que considerarlo un error de aprendizaje en tanto carencia. Yo soy pésimo para acordarme de los pasos, no puedo, nunca me acuerdo de los pasos completos. A Alejandra se lo explican una vez y se aprende el paso. Yo soy bueno para improvisar porque sólo me acuerdo de los pedacitos que me gustaron de todos los pasos y entonces agarro éste pedacito y le agrego éste pedacito y éste… pero cuando me dicen tal paso yo no puedo y eso se los puede confirmar quien sea.

 

ALEJANDRA: Si es cierto, es bien malo, si.

 

AARÓN: En realidad cada cuerpo tiene sus limitaciones y sus habilidades. Y hay una figura en la que en general creo que no se piensa. Cuando se piensa en esto del hombre lleva y la mujer se deja llevar, muchas veces la reacción es «¿Por qué la mujer tiene que seguir? ¿Por qué en la mujer tiene que haber una sumisión? », pero ¿qué pasa del otro lado? ¿Qué pasa con los hombres cuyo cuerpo no está para armar esas estructuras?, ¿por qué a fuerza tienen que saber hacer todo eso?. También estamos tratando de pelear contra eso, porque es una impostura para ambos géneros y es igual de frustrante «¿Por qué si soy hombre sólo puedo bailar desde aprender todo éste montón de estructura, si mi cuerpo no quiere bailar desde ahí, quiere bailar desde otro lado?». Así que también estamos peleando contra la imposición de eso que hoy tú sentiste, Carla, y que sienten cientos de hombres que no regresan jamás al baile. Es una frustración que voy a leer como «Yo soy el que está mal y soy yo el que tengo un problema porque soy hombre y yo debería poder bailar desde aquí, desde el mando».

 

En realidad no es un asunto de género, es un asunto de cuerpos y cada cuerpo debería poder explayarse desde donde quiera. Es muy importante también pensar en esa figura, que por lo general está invisibilizada, de lo que se le obliga al hombre a hacer y que puede ser frustrante y muy muy brutal en tanto que además se le dice que desde ahí maneje su masculinidad y «Si no puedo llevar, entonces hay un problema con mi masculinidad». Creo que viene bien no olvidar esa figura. Cada cuerpo tiene sus formas.

 

CARLA: Si, para mí, si yo fuera hombre y me gustara bailar y llegara a clase, diría «Pues no puedo. No puedo porque no me siento cómoda llevando en ésta estructura».

 

AARÓN: «…y entonces yo no sirvo para el baile y entonces dejo el baile».

 

CARLA: No lo había pensado.

 

ALEJANDRA: Eso es muy tajante, a mí sí me decían que era ‘mala mujer’ pero no te dicen «Es que no sabes llevar, no sirves para el baile». No, si yo soy maestro no te voy a decir eso, puede que no regreses y no tenga una lana, pero son barreras que sí existen, no voy a decir que no está padre porque a lo mejor a alguien sí le parecen, pero se siente mal.

 

Bien importante eso, si hay cosas que brincan, no por lo fantástico de lo mismo sino por lo triste que puede ser, cuando algo no te checa del todo ahí no es, de veras ahí no es. Y éstas son esas cosas que nos brincaban, por eso existe todo esto.

 

JULIA: Al proyecto llegó la pregunta «Bueno ¿qué pasa si yo sí quiero ser follower, si yo quiero que me lideren?» o «Ahora quiero ser líder y ahora quiero ser follower», solamente eso y no algo más. Ahí obviamente pensamos en el consenso que puede existir en un grupo, en una rueda, y quizás de ahí parte lo que decía Alejandra en términos de «No, ahorita no quiero pensarme líder», «Igual pásate para acá porque ahorita todos ya tenemos la posibilidad y las herramientas de líder dentro de la rueda equitativa». Para asumir a todo tipo de personas, todo tipo de sensibilidades, de emociones, de potenciales de acordarse o no acordarse de los paso. Hay un ejercicio que hacemos en el que cambiamos de rueda equitativa a rueda tradicional entre nosotros.

 

AARÓN: En la misma canción saltamos de una estructura a otra.

 

JULIA: Y lo decide uno dentro de la rueda. Alguien grita «¡Equitativa!» y entonces cambiamos a rueda equitativa. «¡Tradicional!» y cambiamos a tradicional.

 

ALEJANDRA: «¡Retrógrada! …que diga…».

 

AARÓN: «¡Medieval!»

 

JULIA: …y cambiamos entonces a la otra. Lo que quiero decir es que ha sido un tema. Como también eso que estás sintiendo. Y lo hemos pensado mucho también en términos de la improvisación de dos, fuera de la rueda. Claro, ahí puedes irte a «Yo sólo quiero que me lleven». El punto es que sí exista la opción y que no a priori, por ser mujer, por ser hombre, tengas que tener cierto rol, sino que puedas decir «Me gusta mucho esto y ahorita no o si quiero tomar el otro rol».

 

CARLA: Es que en algún momento sentí que tenía que hacer las dos a fuerzas y no estaba pudiendo con una. Sentí como «Estoy forzada a aprender las dos y no puedo, mi cabeza no da para tanta información». Ahí fue cuando crasheé y Alejandra me dijo «Ah no, puedes escoger también» y con eso ya más tranquila, no tan forzada.

 

AARÓN: Cuando le platicaba éste proyecto a mi madre, mi madre es psicoanalista, le platicaba éstos intercambios de roles. Y ella me contó el caso de un matrimonio donde era la mujer la que salía a trabajar y el hombre el que se quedaba en casa a cuidar a los niños. Ese era el común acuerdo y funcionaba porque cada uno tenía el carácter para eso, ella era más de estar afuera, en una oficina trabajando, y a él, mucho más casero, se le daba muy bien cuidar a los niños. Todo está funcionando bien, pasan varios años y de repente se descubre que ella lo engañaba con un compañero de la oficina y que él está profundamente frustrado porque sentía que se le iba la vida mientras cuidaba a los niños. Lo que terminó pasando fue que se repitieron los vicios de los roles, solo que invertidos. Lo que me decía mi madre es que el asunto con los roles es que tarde o temprano el rol se termina imponiendo, lo bueno pero también lo malo.

 

¿Qué es lo que podría haber pasado para que hubiera una relación más sana? El error es pensar que los roles son fijos. Un tiempo ellos funcionaban bien así, un tiempo estaban viviéndolo bien. Pero hubo otro tiempo en que debieron poner atención a que eso empezaba a ser incómodo, en que mejor hubiera sido hablarlo y reacomodar con el diálogo «Ok ¿sabes qué? Ahora quiero trabajar medio tiempo», «Ahora necesito que me ayudes a cuidar medio tiempo a los niños». El asunto, y lo que me hacía notar ahí, es que los cuerpos cambian con el tiempo, las necesidades de cada uno cambian con el tiempo. Hay tiempos en que yo necesito tener más el control y hay tiempos en que necesito soltarlo. Hay tiempos en que voy a tener más ganas de estructurar las vueltas y hay tiempos en que voy a tener más ganas de «No quiero pensar en eso, sólo quiero dejarme fluir».

 

Es importante, sobretodo para proyectos que trabajan con roles de género, tener en cuenta que el rol se ha de entender de manera temporal, hay que agregar el factor tiempo. Uno no tiene que responder al rol, el rol tiene que responder a la temporalidad del sujeto, a lo que va necesitando. Entonces, si hay temporadas en las que yo necesito soltarme y no estar pensando en estructuras pues hay que ser consecuente con eso. Y si hay temporadas en que quiero aprender a cuadrar todo muy bien, pues entonces tengo que ser consecuente ahora con esto otro. Es importante no sólo contradecir por contradecir, «Ok, estoy contra cómo está ordenado el género que me impusieron entonces me voy al otro lado y ya no me muevo de ahí», no es sano hacer eso. Habría que estar en escucha constante de nuestro cuerpo e ir calibrando en dónde queremos estar y qué queremos estar haciendo, qué queremos tomar y que no de los roles de género.

 

ALEJANDRA: ¿Quién llora?

 

ARLET: Ay, tengo gripa, perdón.  

 

JULIA: Y yo «Sí fue conmovedor, pero tampoco tanto ».

 

MONSERRAT: Yo disfruté mucho todo lo que aprendimos hoy, pero me quedo con esa necesidad de pertenecer a una comunidad así para poder seguir viviendo esto, porque fuera, en el mundo normal, necesitas por lo menos un compañero de baile o compañía de baile que quiera también vivir esto para poderlo seguir haciendo. Por eso secundaba la idea de Aurora de seguir aprendiéndola. A mí me gustaría seguirla viendo y poder también en algún momento enseñarla a mis parejas de baile que les tengo más confianza, a mis amigos «Mira, también podemos bailar así», sería interesante.

 

AARÓN: ¿Y cómo se ha sentido tu cuerpo con éstos cambios?

 

MONSERRAT: Pues sin querer, aunque lo estoy tratando de coordinar mentalmente, mi cuerpo responde a lo que ya aprendió, más como el follower, tiendo a hacer los pasos que normalmente hago. Entonces necesito concentrarme mucho y cuando llego a la posición de líder hacerme consiente de lo que tengo que hacer, si no me pierdo. Necesito unos segundos para darme cuenta de mi lugar y responder a él. Si me cuesta un poco de trabajo.

 

ALEJANDRA: A mí me tocó hacer el ejercicio de llevar a cuatro tiempos con Monserrat y desde su lugar, como ella dice, como que regresa a los pasos que ella se sabe, lo sentí porque tú me llevabas. Pero ella lleva, inclusive en el «hazme éste paso que yo me sé». Sí llevas.

 

AARÓN: Ah, si, a mí también me lo hizo.

 

ALEJANDRA: Sí llevas. A lo mejor no lo ves porque estás pensando «Ahora ¿qué voy a hacer?», pero desde tu lugar, sea cual sea, estás llevando. Tú piensas «yo me doy la vuelta» porque estás llevando. Vas al lugar conocido pero desde tu fuerza llevas, que es lo que platicábamos «Yo te llevo desde el follower». Ella lo está haciendo, de la manera que parece ‘pasiva’, de la manera ‘que recibe’ lo está haciendo. Piénsalo, tú no lo sabes, reflexiónalo, no me des una respuesta ahorita…

 

JULIA: «…lo pongo sobre la mesa».

 

ALEJANDRA: Pero sí lo haces.

 

AARÓN: Esto me recordó algo. Monserrat, ayer me decías que cuando querías hacer el ‘dile que no’ querías hacerlo con la fuerza de los hombres, pero extrañabas la cadencia.

 

Pasó ayer algo muy bonito. Arlet me estaba llevando y entonces me hace el ‘dile que no’, pero en lugar de al hacerlo dejar caer el cuerpo hacia delante como haría tradicionalmente un hombre, me hace el ‘dile que no’ moviendo cadenciosamente primero los hombros, luego el torso, luego el abdomen, luego las caderas, en lo que se conoce como una ‘serpiente’, que es un movimiento sensual. Es decir, hizo el mando ‘dile que no’, que es tradicionalmente de hombre, con un movimiento suave que tradicionalmente hace la mujer ¡Fue increíble!

 

FABIOLA: ¡Eah!

 

AARÓN: Claro, es una de las respuestas a ésta pregunta de «Ahora, si yo mujer voy a ser líder ¿tengo que hacerlo cómo los hombres?». ¡No! y ahí se demuestra. Estuvo increíble tu descubrimiento, Arlet.

 

ARLET: Yo creo que está en encontrar tu postura, o sea la que tú quieras tomar y adaptarla a lo que has aprendido. Digo, eso fue lo que intenté…

 

ALEJANDRA: Es que es encontrarte, eso es bien importante. Te encuentras y ves en dónde encajas.

 

ARLET: En dónde te sientas cómodo.

 

ALEJANDRA: Eso.

 

JULIA: Donde te haga sentido.

 

FÁTIMA: A mí también, la verdad me gustó, creo que vengo con toda la disposición de que mi cuerpo recuerde cuando se movía porque de pequeña bailaba, en la adolescencia igual, en la prepa no se diga y en la Uni, aunque llegó un momento en que dejé de hacerlo. Estuve en cursos de son cubano y ahora voy recordando las palabras técnicas de los movimientos. De verdad tenía unos ocho o diez años que tajantemente lo dejé de hacer y apenas regreso. Y está muy padre porque ahora que las escucho recuerdo. Era con dos profesores cubanos con los que llevaba las clases y me decían «Colócate frente al espejo, muévete. O sea, ve tu cuerpo». La verdad es que yo lo normalicé, vi súper-normal el que tenían que moverme.

 

Y ayer, de regreso a casa, me fui pensando «Claro, culturalmente los cubanos tienen toda ésta cadencia y toda ésta sensualidad con sus mujeres que también son muy caderonas, muy sensuales ¿Pero nosotras que somos delgadas? ¿Cómo le hago? O sea, yo me movía frente al espejo y me sentía como víbora, así, todo se me movía ¿Cómo detengo las caderas que no tengo? ¿Cómo lo hago sensual?». Pequeñas reflexiones sobre lo que a veces normalizamos en el lenguaje.

 

Me gusta, pues, que existan éstos grupos y sí, ojalá que fueran permanentes, porque me da mucho coraje llegar a un lugar, creo que también tiene que ver el haber dejado de bailar, y me da mucho coraje que no puedan bailar. Me desespero, así, como sea que se baile ¡pero que se baile! y decidí incuso bailar sola. Ahora bailo solita en mi casa. Me encanta moverme, pero curiosamente en público éste cuerpo se muere, no lo hace en público. Solita y sin nadie fluye, en público no. Pero cuando hay un grupo de pertenencia, y ahorita en éste que está precioso, y además compartir los roles es encantador. A mi me decían «Fat, llévame, llévame», «A ver, yo creo que la vuelta va así» y lo hacía con mis hermanos, con mis amigos, luego agarraba a dos amigos y no sé cómo le hacía pero sacaba vueltas. Estaría súper-padre que le dieran continuidad a éste proyecto. Sobretodo que hayan éste tipo de reflexiones al final porque creo que es la forma de romper estructuras, de esas de las que estamos muy acostumbrados. Que siga.

 

ALEJANDRA: Qué emoción.

 

MÓNICA: Mi hermana me invitó, yo no soy tan bailadora como ella, pero sí bailo. De hecho tengo una onda de que a veces me fastidia estar bailando así de la vuelta y por lo regular agarro y empiezo a brincar, me vale madre, la neta.

 

FÁTIMA: La estructura, por completo.

 

MÓNICA: Te dan la vuelta y «¡Qué aburrido! ¡Ya!». De hecho, de un tiempo para acá ya es inevitable que lo haga. Sé dar vueltas, pero bailo y me fastidio y ya mejor bailo como sea. O sea, si está padre, me gustó porque finalmente sí rompe el esquema de que te lleven. También las parejas con las que he bailado no son tan instruidas en el baile, entonces pues como puedes bailas. No vengo de un esquema tan marcado de «El hombre lleva y la mujer se deja llevar», no. Sí tengo amigos que bailan y que dices «¡Ay, a ver!» porque se saben las vueltas. Y un amigo en especial que se sabe muchísimas vueltas y que todo mundo «Ay, yo quiero bailar contigo» porque, bueno, es divertido también estar dando vueltas que no te sabes.

 

AARÓN: ¿Y tú llevas en el baile o sólo te dejas llevar?

 

MÓNICA: Por ejemplo con ese amigo en específico pues sí me dejo porque no me sé las vueltas.

 

AARÓN: ¿Y cómo te sentiste hoy llevando?

 

MÓNICA: Bien, bien, si me gustó. Aunque las vueltas me costaban trabajo porque estás acostumbrado a que con una mano te dan la vuelta. Y, por ejemplo, ahora con la izquierda, en el rol de líder, así como de «Ay ¿para dónde voy?». Es donde me rompió un poco. Pero dices «Ah, sí, ya entendí», la cosa es la práctica.

 

¡Y mañana me traigo a mi marido! Por ejemplo, él no baila, siempre que bailamos es nada mas un pasito, a un lado y al otro. Y ya yo le digo «A ver ¡vuelta!» y ahora así. Y ya de pronto me da la loquera, empiezo a brincar y él también y así. Hoy se fue a trabajar pero ya le dije «¿Mañana vamos?», «Ah, sí, sí».

 

Yo nada más quiero preguntar si van a seguir dando el taller, si después de esto va a haber otra.

 

AARÓN: El proyecto sigue, aunque no sabemos cómo. Toda nuestra visión a futuro estaba enfocada en éstos tres días de taller y el sábado del performance, después no sabemos qué vaya a pasar porque ha sido una labor monumental llegar aquí. Queremos tomar sus datos para involucrarlos en que lo que siga, por supuesto.

 

FÁTIMA: ¿Tienen algún grupo, son un colectivo? ¿Qué son?

 

ANDREA: Somos Incandela.

 

ALEJANDRA: Éramos unas personas inquietas con éste tema, así empezó.

 

JULIA: Pero el Museo Tamayo nos llama Incandela.

 

FABIOLA: ¿O sea que se los puso el Tamayo?

 

JULIA: Ajá, ‘Colectivo Incandela’.

 

AARÓN: Si, jamás nosotros nos llamamos así. El proyecto es ‘Incandela: inmersiones por un baile social equitativo’ ese el nombre del proyecto, pero nos bautizaron como ‘Colectivo Incandela’

 

MÓNICA: ¿Pero tienen redes o algo para poder seguirlos?

 

AARÓN: Yo de principio estoy subiendo a aaron-jimenez.com el archivo que estamos generando…

 

JULIA: Próximamente… ¡Incandela!

 

FABIOLA: Está muy padre, gracias.

 

CARLA: Si, porque hay más gente que pudiera estar interesada, que igual no le llegó, no le contamos o lo que sea.

 

JULIA: Una escuela de tres pisos

 

ALEJANDRA: Fabiola, no creas que ya te olvidamos, ni creas…

 

FABIOLA: Si yo ya hablé un buen, por eso hoy traté de ya no hablar tanto.

 

Me sentí bien porque, al final como no sé bailar ni fu ni fa, aprender los pasos desde cero no fue tan complicado. No soy tan coordinada pero no me pareció difícil, no tuve que romper ninguna estructura mental, ni absolutamente nada, lo que a lo mejor se le puede dificultar a otras personas para mi fue súper fácil hacerlo.

 

Y escuchando lo que decía Carla, yo doy talleres y seminarios de diversidad e inclusión y justamente una de las cosas que hablamos es que las barreras que nos impiden abrirnos a temas de igualdad, equidad o lo diferente son los estereotipos y los prejuicios. Nos funcionan como personas para reaccionar más rápido frente a las situaciones, si una mujer ve a un hombre en la cultura mexicana sabe cómo saludarlo, un hombre a un hombre sabe cómo hacerlo, pero cuando te enfrentas a algo que no entra en éstos dos esquemas de hombre-mujer te quedas pasmado ¿Cómo saludas? ¿de brazo, de pie, de cachete? Ya no sabes qué hacer porque ya no entra dentro de ésta estructura. Y creo en éste esquema de romper con los estereotipos, pero por eso nos puede llegar a costar trabajo, porque no entra en ninguna de las cajitas que están en la cabeza de hombre o de mujer, es una cosa totalmente diferente y por eso me va a costar más trabajo entenderlo, me va a generar incomodidad. Pero al final, cuando rompes con esa estructura, te va a dar toda la flexibilidad de moverte en cualquiera de estos temas.

 

En el trabajo en el que estaba tuvimos una situación con una persona transgénero que, cuando ella entró a la organización, no había hecho la transición todavía y para los colaboradores fue un choque que no se imaginan. Es una empresa mexicana tradicional, religiosa a más no poder, imagínense lo que eso provocó en los colaboradores, un choque impresionante. No le querían llamar por su nombre porque lo vieron como hombre, entonces «¿Por qué tengo que llamarle como mujer?» Le inventaron un nombre de hombre que ni siquiera sé de dónde lo sacaron. Y el tema de los baños se convirtió en un issue de «¿A cuál entro?», las mujeres no quieren, los hombre tampoco. Durante éste proceso ella hizo la transición hormonal, un día tuvimos unas clases de tango y yo dije «A ver esto ¿cómo va a funcionar? porque ella va a querer bailar y yo no sé cómo van a reaccionar los hombres». Al final lo hombres bailaron con ella tranquilamente pero porque volvió otra vez a los estereotipos. Ahora ya lo relacionaban con mujer, entonces ya sabían cómo tenían que actuar con ella. Y eso no sé si me dio alegría o me provocó malestar porque dije «No logramos sensibilizar, no logramos el objetivo, porque al final regresamos a lo tradicional». Si es mujer entonces ya sé cómo y ya le puedo decir ahora si «María» ya no le tengo que decir el nombre que le inventé y ahora le hablan de mujer. Es una cosa cultural.

 

De hecho, el anteproyecto que estoy haciendo para la maestría busca entender cuáles son esos rasgos de personalidad. Las personity treats que tienen las organizaciones y las personas que te hacen cerrarte a la diversidad. Porque al final todos los esquemas, todas las iniciativas que hagas como gobierno o empresa, si nada más es para sensibilizar entonces no entiendes el porqué la gente se está cerrando y no va a tener el impacto que queremos. Aunque les hable de que respetemos a todas las personas no está cayendo el veinte de que existe algo diferente a hombre y mujer, algo que no entra dentro de éstos dos esquemas. Entender cuáles son esas raíces que me hacen cerrarme a la diversidad o a la inclusión para poder implementar acciones que peguen en esos puntos.

 

Entonces, la verdad me está encantando ésta perspectiva del baile. No les puedo decir nada más porque no sé nada del baile. Me parece increíble lo que estoy aprendiendo, desde los temas de género, personal y profesionalmente me ha aportado muchísimo el trabajo que ustedes hicieron.

 

ALEJANDRA: Gracias.

 

FABIOLA: ¿Ya ves por qué no hablaba?

 

ARLET: Bueno, no era la primera vez que hacía de líder, es la experiencia que llevo desde que Mariana llegó y me dijo «La vas a tener que hacer de líder, apóyame» y en ese momento fue de «No me siento con el carácter de líder». Era lo que intentaba ayer, adaptar el ser líder respecto a mi carácter. Es lo que intenté pues me siento cómoda haciendo un baile en pareja un poco más sensual y no voy a meter la fuerza de un hombre porque no tengo ese tipo de carácter. Y a lo mejor hay mujeres que lo hacen y está súper cool porque creo que se adapta a la personalidad de cada persona. Entonces aprender algo nuevo adaptándolo a cómo eres y dónde te sientes cómodo. Es como lo estoy viendo y está muy padre el poder ambos tomar la iniciativa de «Te llevo». Que el hombre entienda que todos somos iguales y como mujeres también entender que tenemos el mismo valor que un hombre para poder hacer las cosas todos al mismo nivel.

 

AARÓN: Si ya llevas varios años llevando en la rueda tradicional ¿cómo te sentiste en diferencia con la rueda equitativa?

 

ARLET: Ah, bueno, me costó el hecho de acoplarme a «Ya no tengo que hacer ciertas cosas». No sé si te comenté que caía en el error de volver a hacer la base tradicional o el hecho de terminar una vuelta en ‘dile que no’, pero está cool. Y me gusta que podamos aprender cosas nuevas y cambiar la estructura.

 

AARÓN: ¡Súper! Bueno querides, vamos a cerrar, nada más…

 

JULIA: ¡Anuncios parroquiales!

 

AARÓN: Mañana vamos a ver uno de los ganchos por los que el Tamayo nos abrió sus puertas, formas en que desde el follower, si yo soy mujer y el hombre está bailando desde cierta violencia, vulnerándome ¿de qué manera pongo un freno a eso?

 

JULIA: O a cualquier mujer también que se llegue a sobrepasar.

 

AARÓN: Por supuesto. Vamos a seguir ahondando en las posibilidades de nuestra rueda equitativa. Van a conocer al equipo completo que es un equipo interesantísimo porque, al ser maestros que vienen de ámbitos muy diferentes, permite una serie de visiones muy diferentes, un panorama muy amplio.

 

Y en la parte de la escucha, a diferencia de ayer que identificamos los momentos en que se desequilibran los poderes de género en la pista de baile, las historias de inequidad, mañana vamos a tratar de identificar un ajuste que es más sutil y difícil de notar ¿en qué momento los poderes se equilibran? ¿En qué momento en la pista de baile las cosas simplemente se reacomodan y de repente los poderes vuelven a equilibrarse? Que es un movimiento muy bonito y del que también hemos estado aprendiendo ¿En qué momento sucede la equidad?